domingo, octubre 26, 2025
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350 mil bovinos sin catastro confiable frenan certificación contra la fiebre aftosa 

Cojedes, séptimo estado con mayor número de reses en Venezuela, enfrenta un obstáculo que limita su desarrollo ganadero: no existe un catastro confiable de los 340.000 a 350.000 bovinos ni de los 80.000 a 90.000 bufalinos que pastan en su territorio. La falta de datos certeros y de un registro actualizado de vacunación mantiene al estado —y al país— lejos de la ansiada certificación internacional como libre de fiebre aftosa.

Miguel Peraza, presidente del Colegio de Abogados del edo Cojedes

“No dicen cuánto ganado tienen, mienten en los reportes, y eso nos deja sin una base real para planificar ni vacunar con efectividad”, advierte Miguel Peraza, presidente del Colegio de Médicos Veterinarios de Cojedes. Para él, la desorganización, la partidización de los programas y la ausencia de políticas públicas son factores que explican por qué, tras siete décadas de campañas, el estatus sanitario sigue pendiente.

El caso de Cojedes no es aislado. A nivel nacional, Venezuela es el único país de América que no ha obtenido la certificación internacional como territorio libre de fiebre aftosa, un sello indispensable para exportar carne, leche y derivados.

Mientras Bolivia, Brasil y Colombia ya recibieron la declaración de “libres sin vacunación” de parte de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA), Venezuela se mantiene rezagada.

En 2017, la OMSA retiró la validación del programa oficial venezolano por incumplir requisitos básicos: ausencia de pruebas de pureza de las vacunas, debilidad en los servicios veterinarios y falta de un sistema claro de registros. Desde entonces, el país no logra cumplir los estándares internacionales.

“Hemos vacunado, pero no lo hemos demostrado con cifras confiables. Para obtener la certificación debemos inmunizar al 90 o 95% del rebaño y registrarlo de manera transparente”, reconoce José Labrador, presidente de la Fundación Venezolana de Servicios de Salud Animal (Funvessa).

Francisco Salazar, productor agropecuario

El Instituto Nacional de Salud Agrícola Integral (Insai) asegura que Cojedes alcanzó 85% de vacunación en el último ciclo. Sin embargo, ganaderos como Francisco Salazar no tiene claras esas cifras.

“Muchos solo vacunan el lote que va al matadero, no todo el rebaño. Así nunca llegaremos al 95% que exige la OMSA”, señala.

El costo también es un obstáculo. Vacunar una res cuesta entre 25 y 28 dólares. Los medianos y grandes productores pueden asumirlo, pero los pequeños —con menos de 50 animales— dependen del Plan Social de Vacunación del gobierno.

Los municipios Rómulo Gallegos, Girardot y Ricaurte, son las zonas con mayor producción ganadera. La inversión en inseminación artificial y mejoramiento genético es significativa, mientras otros no cumplen ni con la vacunación básica obligatoria.

“Hay que enamorar al productor para que vacune; muchos creen que no les importa porque no han visto la enfermedad”, insiste Peraza.

La transición al nuevo sistema digital Sigesai debía modernizar los registros, pero en la práctica se ha convertido en un dolor de cabeza.

José Prato, coordinador regional del Isai

“Muchos pequeños productores tienen dificultades para cargar los datos o simplemente no los registran o no cuentan con la documentación como el hierro de ganado”, explica José Prato, coordinador regional del Insai.

“Sin catastro confiable, no hay cómo demostrar ante la OMSA que vacunamos lo necesario”, resume Peraza.

El rezago sanitario impide que los productos lácteos y cárnicos de Cojedes —y de todo el país— entren en mercados internacionales.

“Ni el queso ni la leche de Cojedes pueden traspasar fronteras”, recuerda Angelo Pluchino, presidente de la Asociación de Ganaderos de Cojedes (Asoganco). “El país pierde divisas y oportunidades, pese a tener tierras, pasto y calidad genética para competir”.

El contraste con Colombia es evidente. En 2020, tras un brote que le costó la certificación, ese país recuperó el estatus de libre de fiebre aftosa gracias a un plan riguroso y registros transparentes. Hoy exporta carne a Rusia, Medio Oriente y Asia.

Francisco Salazar, productor de San Carlos, asegura que la apatía de muchos ganaderos es parte del problema: “No ven la importancia de vacunar todo el rebaño porque no piensan en exportar, solo en vender en el matadero local. No vacunar trae consigo disminución en la producción de la carne y la leche”.

Angelo Pulchino, presidente de la Asociación de Ganaderos del edo Cojedes

Angelo Pluchino añade que la migración y la falta de mano de obra calificada afectan la campaña, la falta de organización, la confianza en decir cuánto ganado se tiene realmente y cuánto se vacuna, no hay exactitud en los números. El sector en su totalidad no está afiliado a la organización gremial lo que incide en un censo actualizado del rebaño, la cobertura de vacunación y en el catastro ganadero.

El veterinario Miguel Peraza es tajante: “En Cojedes tenemos ganado, tenemos calidad, pero no tenemos organización. Y sin organización no hay certificación”. Una deuda de 75 años Venezuela inició campañas contra la fiebre aftosa en los años 50, con campañas puerta a puerta y brigadas en los llanos. Desde entonces, han pasado más de 75 años de vacunación sin resultados definitivos.

El saldo es un país con más de 14.000.000 de reses y 3.000.000 de búfalos que no puede acceder a los mercados internacionales más rentables. Cojedes, con su peso ganadero, es un reflejo de esta deuda histórica.

Cojedes encarna el dilema de la ganadería venezolana: abundancia de ganado y tierras fértiles, pero sin organización ni registros confiables. Mientras otros países avanzan hacia la exportación de carne libre de fiebre aftosa, el estado —y Venezuela en general— siguen atados a un ciclo de campañas.

“El día que logremos un catastro real y lleguemos al 95% de vacunación, ese día podremos decir que Cojedes y Venezuela están listos para competir en el mundo”, sentencia Peraza.

Reporte: Pilar Guerra 

Fotos: José Camacho

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